martes, 29 de mayo de 2007

Yaniris Espinal: Cuento


El reencuentro

Por Yaniris Espinal



Había llegado la hora del último encuentro con la otra. El misterio del espejo la atormentaba, recordaba su edad de inocencia y la insistente voz de su madre.
—Sólo refleja la realidad Alama, y a quien tú ves, esa, eres tú…
Nada, nadie pudo convencerla, siguió creyendo en la existencia de ese mundo en el que existía otra igual a ella, la que acudía al espejo ya cansada de preguntas sobre el porqué de tan desventurada vida. Y en ocasiones era en verdad la otra. Sentimientos, emociones y vivencias no eran propios, provenían de la otra, la del espejo. Su madre la había obligado a encerrarse en su cuarto, no quiso apartarla de sí, pensaba que era su única hija, ignoraba tantas cosas. Aquella tarde solitaria se perfiló cariñosa, gentil, estaban las paredes ya golpeadas, el enorme espejo y ella. Mientras la delgada tela de su vestido iba reposando tibia en sus pies, se miró a los ojos y en un tono amenazador se dijo:
—Voy a terminar contigo, destruiré tu mundo y tu existencia como a este cristal, y desde hoy seré y...
Tocaron a la puerta, retiró el pie izquierdo del vestido y retrocedió. En alto apretó los puños como piedra y cerró los ojos. Sólo escuchó el insistente golpe, confundido con la agitación de la sangre en las sienes, y se abalanzó con todo el impulso de sus fuerzas sobre el espejo.
Tirada en el suelo, los ojos aún cerrados, con cristales incrustado en todo el cuerpo, sin sospechar la silenciosa huida de la vida en la tibieza ahora húmeda del vestido, pensó, ¿libre?, y emergió una frágil sonrisa de la fantasía de su liberación, seguida de un gesto vacío, ¿cuál seré yo? Una luz fría la envolvía, la obligaba a abrir los ojos, la puerta abierta, volteó el rostro, y como hiel fue su sorpresa: a su lado, en un mismo charco de sangre, moribunda, yacía la otra.

4 comentarios:

Jhovanny Marte Rosario dijo...

Hola, querida Yaniris, leí tu cuento: “El reencuentro”. La trama no obstante de ser manida, contiene su originalidad personalizada. El diagrama narrativo mantiene su ascenso y descenso de vez en vez, manteniendo la tensión de lo contado. Noto que no obstante de ser una historia fantasiosa como la del Espejo de Virgilio Díaz, hay en ella fragmentos intimistas de la literata, que cumplen con una furtiva catarsis. “El reencuentro” utiliza, como en el cuento popular “La cenicienta” un espejo para poner la imaginación a volar e inventarse un reencuentro místico, mágico con su otro yo, que muy bien podría ser el mismo yo-ego.

En tu cuento se revela un detalle muy importante propio de la niñez y quizás adolescencia del personaje central: un resentimiento con la madre de la que infiere ha sido un tanto autoritaria y absorbente en el ambiento familiar con la hija. De todo ello se colige el rasgo dominante y asfixiante de la madre que en dos ocasiones se hace mención de ella en el cuento por la ya mencionada razón inferida. Recurrencia de una psicología alterada.
Patrones de rasgos sicológicas no resueltos en la infancia.

El reencuentro
Yaniris Espinal

Había llegado la hora del último encuentro con la otra. (Esta frase está muy bien lograda, tiene el llamado gancho y además es el anuncio de un final en el principio) El misterio del espejo la atormentaba, recordaba su edad de inocencia y la insistente voz de su madre.
—Sólo refleja la realidad (,) Alama, y a quien tú ves, (é) esa, eres tú…

Nada, nadie pudo convencerla, siguió creyendo en la existencia de ese mundo en el que existía (bien podría sustituirse por otro vocablo para evitar repeticiones superfluas) otra igual a ella, la que acudía al espejo ya cansada de preguntas sobre el porqué de tan desventurada vida. Y en ocasiones era en verdad la otra. Sentimientos, emociones y vivencias no eran propios, provenían de la otra, la del espejo. Su madre la había obligado a encerrarse en su cuarto, no quiso apartarla de sí, pensaba que era su única hija, ignoraba tantas cosas. Aquella tarde solitaria se perfiló cariñosa, gentil, estaban las paredes ya golpeadas, el enorme espejo y ella. (Hay algún cabo suelto en esta oración que tiende a confundir al lector) Mientras la delgada tela de su vestido iba reposando tibia en sus pies, se miró a los ojos y en un tono amenazador se dijo:

—Voy a terminar contigo, destruiré tu mundo y tu existencia como a este cristal, y desde hoy seré y... (Este “y” me parece que sobra porque no aporta nada nuevo al cuento).

Tocaron a la puerta, retiró el pie izquierdo del vestido y retrocedió. (¿En qué posición se encuentra ella? ¿Es indispensable agregar este dato del pie izquierdo? ) En alto apretó los puños como piedra y cerró los ojos. Sólo escuchó el insistente golpe, (¿A qué golpe te refieres? ¿Al de la persona que toca la puerta? ¿Al del personaje dándole puñetazos al espejo?) confundido con la agitación de la sangre en las sienes, y se abalanzó con todo el impulso de sus fuerzas sobre el espejo.

Tirada en el suelo, los ojos aún cerrados, con cristales incrustado en todo el cuerpo, sin sospechar la silenciosa huida de la vida en la tibieza ahora húmeda del vestido, pensó, ¿libre?, y emergió una frágil sonrisa de la fantasía de su liberación, seguida de un gesto vacío, ¿cuál seré yo? Una luz fría la envolvía, la obligaba a abrir los ojos, la puerta abierta, volteó el rostro, y como hiel fue su sorpresa: a su lado, en un mismo charco de sangre, moribunda, yacía la otra. (Este párrafo completo me evocó a “El hombre muerto” de Horacio Quiroga. Muy emotivo. Muy bien narrado).

Roselio dijo...

Muy bueno me gusto

Humberto Mendez dijo...

Querida Yaniris espinal, Hola, ¿cómo estás? espero que muy bien y no como Alama ni la otra, sino con la misma gracia y candor con que te deje ayer sabado al salir del Centro de la Cultura.

Yaniris tu Reencuentro, fue para mi un volver a leer El Retrato de Dorian Gray de Wilde, o el Fausto de Goethe, pues indiscutiblemente algo mefistofelico se refleja en ese extraño espejo tras el cual se oculta una galeria nocturna, una caberna de las ideas en la cual los seres se deforman a la luz de la fogata y nuestra propia imagen se parese mas a un mounstruo moribundo o a un ser privado del halido de la vida, ya que lo que tu espejo refleja son espectros, fantasmas, retratos vivos de demonios, los cuales se encuentran dentro de nosotros y solo pueden ser vistos en el espejo magico de los hermanos GRINN.

te confieso que me gusto tu cuento en el charco de sangre vi mi propio retrato, en el cual las cuencas vacias de mis ojos eran como dos ojales hechos en el pecho por un fucil homicida. Espero leer mas de tus escritos.

tuyo. HUMBERTO MENDEZ

MARTES DE ARTE dijo...

Gracias por los constructivos comentarios.