jueves, 8 de septiembre de 2022

Rafael N. Fernández: poemas

 


 

Rafael N. Fernández. Nació en Sabana Iglesia, Santiago, República Dominicana, en 1975. Escritor y poeta. Sus poemas y ensayos han sido publicados en revistas y rotativos nacionales e internacionales. Es autor de los libros: Un camino hacia la luz, Extractos del conocimiento, Trascendencias, Nexo cosmogónico, y Cristianismo activo revolucionario y liberador.

 

Tempestad

 

Contra el vuelo de la lluvia he respirado

y seguirá naciendo contra el fuego cada espejo.

Seguiré cantando a las palomas,

al negado objeto que nos une,

a la luz apenas ensimismada.

Sólo quiero en las manos el sueño,

el té primero de la orilla.

Podremos entonces nacer del barro.

Tendremos el aire del agua y la guirnalda,

las frescas herramientas de la espiga.

Nuestro será el verde y sus campanas,

los prófugos cerrojos del polen sostenido.

Nuestra también la clara espada,

las trenzadas fibras:

el vino

el trigo

el canto

el día buscado tras la forma,

su alado y fijo nacimiento.

 

Extensión sombría

 

La noche se hace espejo del silencio,

muerde el sueño desangrado,

sangra entonces como el aire

y se desviste el rocío:

las alas, el invierno,

el fuego de la furia oscuramente sostenido.

 

Oscuro trino

 

El tiempo de la sombra,

el fuego derramado,

húmedo de espejos,

estirado en sales,

desdobla su estandarte de pálido horizonte;

toca el aire de las cosas,

trae los sueños repartidos:

las alas, el rocío,

los ojos con su forma de pie sobre la arena

 

Recital recóndito

 

Vives en mi canto

presa de la luz

y del sueño en los espejos.

Contigo anda el silencio

y la noche en su vestido

revive en flor

la hoguera dormida.

Desde adentro

el rocío palpa el pálido abismo,

se estira en la sombra

y dispersa su estatura

de intangibilidad sentida.

 

Espejismo

 

En las horas del silencio

la sombra busca sus ojos,

besa el cosmos respirado

y la noche se ilumina.

 

Profundismo

 

Nuestro es lo que amanece:

La anfibia luz,

el oscuro canto.

Tras los ojos

como el aire nos miramos,

en la noche fecunda del misterio,

mecidos sin olas por las cenizas.

 

Simón Bolívar

 

Una espada

 cayó en tus manos

 y  un  caballo como el hierro

 alimentó  el  camino,

 la sombra en alas,

 el sueño,

 el aire intenso de los pueblos.

 

Tu estrella fue el agua entre las  piedras,

 y como un trébol terrestre y rojo

 tocó el silencio y su pálida simiente;

 detuvo el áspid,

 condujo el alma de las  rosas,

 y el aire con sus  odres

 alzo el canto de los surcos,

 trajo el verde hasta la  orilla                                                

 y una luna como el Ebro,

 de latidos como el  viento

 que grafiaron tus racimos,    

 tus colores  desatados

 y te buscaron en la noche,

 te adivinaron el  día

 con sus trajes de profetas,

 y desataron el  rito

 donde encarnaron tus huellas,

 donde nacieron las puertas

 y las banderas con tu nombre,

 donde el alba tejió sus hilos

 y el camino se hizo espejo 

 y nos miramos despiertos

 y caminamos contigo,

 con América en las venas,

 con tu sed de estatua luminosa,

 con tus claros y plurales nacimientos.


 

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