lunes, 7 de mayo de 2007

Rosa Silverio: Poemas

(Danza real: Máximo Ceballos)


Rosa Silverio nació en la ciudad de Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Periodista y escritora. Coordinó por varios años el Taller Literario Tinta Fresca. Fue premiada por sus cuentos para niños “El ave que no podía volar” y “Niki”. Obtuvo el primer lugar en el concurso “Terminemos el Cuento”, patrocinado por Listín Diario y Unión Latina. Fue reconocida en el concurso Colorín Colorado por su cuento “La caja donde Alicia guarda sus secretos”. En 2002 recibió un premio en el concurso de cuentos que organiza Radio Santa María por el relato “La mueca”, así mismo en 2003 ganó el primer lugar en el Concurso de Cuentos, Poesía y Ensayo que organiza la Alianza Cibaeña, con el texto “La canción rota”. En 2002 publicó su primer poemario titulado De vuelta a casa. En agosto de este año presentó al público su segundo poemario titulado Desnuda. En 2005 fue reconocida como la Vencedora Absoluta del XXI Premio Internacional Nosside que organiza el Centro de Estudios Bosio en Reggio Calabria (Italia). Sus cuentos y poemas figuran en importantes antologías y han sido publicados por revistas y suplementos culturales de diversos países. Su obra ha sido traducida a varios idiomas.


POEMAS

Después de la búsqueda

He hallado el vaso roto y la maleza,
la fiebre y la abnegación de los gusanos,
el adiós, los enemigos, la azotea,
el edificio perfecto,
el acohol y sus guitarras,
las revistas, las modas y las tiendas,
el atardecer, la risa y la mentira.
Pero no encontré el amor entre las piedras
ni en las manos azules del amigo.
Por eso mi soledad de puente y de farola,
mis murciélagos muertos,
las embarcaciones perdidas,
mi corazón cansado.

Sueño estéril

Anoche soñé que estaba embarazada.
Pasaron noventa días y una gota rojiza
salió de mi sexo y se deslizó suavemente por mis muslos.
Mis entrañas no querían aquella cosa que cortaba,
arañaba y se abría espacio,
y exigía,
y se alimentaba de mí como una pulga o una solitaria.
Pero yo no lloraba.
Debe constar que lloro a menudo
y me regodeo de las cursilerías.
Sin embargo, en mi sueño yo reía,
reía a carcajadas ante la sangre
y me alegraba de mi vientre estéril,
de mi tierra seca, de mi ánfora inútil.
Reía por el fruto perdido,
por las ventanas abiertas,
y me burlaba de Hera y de Juno
mientras éstas derramaban lágrimas en mi nombre.
Yo era feliz en mi sueño,
yo era una Isis invertida y poderosa,
una serpiente que se había envenenado a sí misma,
un vientre segado ante cualquier posibilidad de vida
que no sea la propia,
una antorcha quemante y solitaria.
Me reía de los hombres, del mar, de la estrella,
del mito de Dios y sus prohibiciones,
del frondoso árbol que da frutos
y alimenta a la mujer y su manada.
Me reía de la flor valiente y sensitiva,
de mi fantasía loca y perversa.
Aunque ahora me estremezco cuando pienso
que todo es mentira,
que quizás bajo la risa haya una lágrima,
un agujero hondo, una lámpara rota,
una lechuza herida,
una pantera que se filtra por las rendijas de la noche
en busca de otro sueño,
de otra carcajada,
de otra víctima,
de otro salto hacia la nada,
del último zarpazo que le dará la oscuridad.

La mujer dormida

Silvia salió a recorrer caminos,
a beberse el mundo de un sorbo,
a soñar y hacer el amor
hasta que desaparecieran las estrellas.
Silvia salió dormida,
con los ojos abiertos pero dormida,
con las pestañas tiesas de tanto rimel pero dormida,
con el vestido de fiesta pero dormida.
Dormida y quieta
como un cisne en la mañana.
Y sin saber que dormía anduvo los cinco continentes,
escaló montañas, destruyó poblaciones,
se bebió todo el licor del planeta
y se acostó con príncipes y ratas.
Ella siguió rodando como una pelota por el mundo,
saltando charcos, matando peces,
inventando nuevos explosivos.
Así descubrió el hambre y la locura,
el juego en los casinos,
la tristeza de la lluvia
y la asombrosa primavera.
Silvia vio, tocó, degusto, olió y sintió de todo,
y aunque quiso escuchar poco
mucho tuvo que escuchar.
Y los días se hicieron semanas,
y las semanas meses,
y los meses años,
y los años canas, arrugas, heridas, cicatrices,
achaques de más, dientes de menos,
pero nada impidió que Silvia siguiera
ajada y dormida,
cansada de hacer el amor y dormida,
experta en bombas atómicas y dormida,
con lentejuelas y dormida.
Como un copo de nieve aún sin derretirse.
Como una rosa joven
sin manchas ni fisuras.
A veces triste.
En ocasiones sola.
Nunca inalcanzable.
Pero siempre dormida.

Pasado

Todo lo que ayer fui se ha quedado atrás
como una ciudad perdida, un adiós,
un vaso blanco o flores de otra primavera.
Todo lo que ayer fui se ha vuelto
un tiempo sin color y sin memoria,
se ha suicidado lanzándose de algún puente
o se ha ido en barco para no volver
a esta playa sin sirenas,
para no regresar a esta tierra de vencidos.
Todo lo que ayer fui se ha vuelto una madeja oscura,
se ha perdido en las telas del pasado,
entre postales, relojes y arañas venenosas,
en el vuelo inútil de las hojas de otoño
o en el beso de los amantes que se va
entre las alas tristes de los pájaros.

Este poema

Este poema viene desnudo y transparente,
delgado como un hilo,
liviano,
imprescindible,
cotidiano como los enseres de la casa.
Este poema viene sin sexo y sin horas,
sin drogas y sin amigas,
de espaldas,
con cuchillos en sus fauces,
sin faldas y cigarillos,
como un pájaro,
una caída
o un alumbramiento.
Este poema viene con latidos
y sangre,
dentro de un panal de abejas asesinas,
doloroso y nauseabundo,
salvaje y con pelos en las piernas.
Este poema viene de adentro,
trae la ingravidez del alma
y las rosas que dormitan en el pecho,
trae la tristeza en un frasco pequeño
y lo destapa,
y lo huele,
y se enamora de su fragancia lacrimógena.
Este poema viene del fondo,
se me escapó de un resquicio del alma
y ya no consigo hacerlo regresar.


A veces quiero escribir un poema

A veces quiero escribir un poema hondo,
exacto,con alas de murciélago
y espinas en la espalda.
Un poema vertical y enamorado,
terrestre,solitario,con raíces,
del tamaño de una piedra.
Un poema sin fórmulas,
sin pasadizos secretos,
que piense,
que se escriba a sí mismo,
dispuesto a lanzarse del puente
o a caer de bruces de un avión.
Pero muchas veces el poema se me escurre,
tiembla,viene, se va,
se va y viene,
es inconstante,
enfermizo,
maníaco-depresivo,
se parece a las palpitaciones del amor.
Pese a ello cada noche tejo versos,
me descoso el alma,
en un vano intento de apresar lo pensado,
de componer un poema que no tenga edad,
ni afectaciones,
ni miedos,
un poema sin huesos ni sangre,
mudo y transparente,
porque los verdaderos poemas no hablan,
ellos prefieren decir las cosas en silencio.


Resurrección

No es esta mi casa,
no son estas mis manos,
ni son estos los pies
que me llevaron a otras tierras.
Lo que poseo ahora, antes no era mío.
Pero sigo siendo la misma.
Yo metida en otro cuerpo,
yo transfigurada,
rejuvenecida,de vuelta a la materia,
hecha carne,
hecha rosas,
viva,
inexplicablemente viva.

Interior
En mi interior hay un torrente extraño,
caudal que conduce a ninguna parte,
recodo de mis piedras y cangrejos,
de mi cuerpo triste,
de esta piel cansada
y de estas piernas que se niegan a sí mismas,
que se arrojan sin temor a la corriente
y se entierran en el fondo como un ancla.
En mi interior hay humedad que no me moja,
hay torpeza, hay basura,
hay una barca que perdió sus remos
y un mar en el que no desemboco nunca.


Después de la búsqueda

He hallado el vaso roto y la maleza,
la fiebre y la abnegación de los gusanos,
el adiós, los enemigos, la azotea,
el edificio perfecto,
el acohol y sus guitarras,
las revistas, las modas y las tiendas,
el atardecer, la risa y la mentira.
Pero no encontré el amor entre las piedras
ni en las manos azules del amigo.
Por eso mi soledad de puente y de farola,
mis murciélagos muertos,
las embarcaciones perdidas,
mi corazón cansado.


Leer

Leer un libro de pie,
sentada, llorando,
haciendo el amor,
desnuda,con el café en la mano,
con un poco de droga en los bolsillos,
con un cuchillo entre las venas,
sin ganas de aprender, sin horarios,
sin ruta de navegación y sin remos.
Leerlo con ganas,
a prisa,
sudando,acongojada.Leerlo en los parques, en los aviones,
en los edificios públicos,
en las peluquerías y los trenes.
Leerlo con hambre,
sin fe y sin justicia,
leer por leerlo,
leerlo entre el pan y la mañana.


Serenidad

Hoy no hay rumor en mi alma,
ni viejas telarañas, ni gusanos olvidados.
Hoy sólo me habita la tristeza y el ala de un pájaro.
Hoy carezco de fórmulas y tretas.
Me he vuelto una serpiente inofensiva
que enrosca sus ansias en la punta de la rama.
He renunciado al tren y los caminos,
he dejado mis carnes para los buitres
y mi último beso lo subí a un barco imaginario
con destino a ninguna parte.
Hoy me he despojado del vestido azul,
de los zapatos de tacón alto que tanto me gustaban.
Hoy también dejé de fumar.
Me he tendido sobre la cama grande
pensando que es un ataúd, un charco,
o un agujero que me traga
y me devuelve inocente e impoluta,
sin rasguños ni manchas,
sin temores infantiles,
sin alcohol en la sangre
ni pastillas para dormir en el estómago.
Hoy he imaginado que soy una gasa o un ángel,
que tras de mí no hay nadie,
que el chuchillo nunca quiso atacarme,
que las manos nunca estrujaron mis senos
y el falo no se propuso rasgar las cobijas de mi ser.
Hoy he soñado y he vuelto a ser una mujer ilusionada,
una muñeca intacta y transparente,
un arrecife y la punta de un iceberg.
He vuelto a ser el tiempo y la oruga,
y nada hay más hermoso que refugiarse en la crisálida
y dejarse arropar por la ternura de lo triste.
Hoy las olas ya no arrasan la playa,
el mar está dormido, sereno, impasible.
Yo me aferro a su seno como una ostra solitaria,
Como un pescado blanco o una estrella,
Sin pretensión de ir a alguna parte,
sin secretos ni temblores en el alma,
sin aleteos ni flores,
con serenidad y abandono.